De nuevo sábado por la mañana y nos encaminábamos por Calzada Ignacio Zaragoza, el sol comenzaba a iluminar el valle de México, nuestros lentes de sol permitían divisar a lo lejos a «la mujer dormida», un poco más a la derecha se encontraba «Goyo»; nuestro destino aquella mañana: Parque Dos Aguas. Esta vez el ascenso al Iztaccíhuatl, lo realizaríamos desde otro punto, sería desde su cabeza.
Mochilas en la espalda y ansiosos por conocer este nuevo lugar, comenzamos la caminata, nuestro guía Paco Piñon y Pilar Cisneros, a través de un diminuto recorrido por una antigua instalación de una fabrica de papel, comenzamos inmediatamente a estirar piernas y agitar el corazón, subiendo junto a un enorme tubo que era utilizado para guiar el agua hasta lo mas bajo del volcán. Evitando subir por el camino zigzagueante y que probablemente nos haría caminar más kilómetros y quizá desperdiciar tiempo. Nos adentramos entre arbustos, enormes rocas y en un camino que no daba tregua y a ratos debías utilizar cada extremidad para seguir avanzando, el camino era difícil pero al mismo tiempo emocionante. Menos mal que cada determinada distancia se realizaba una pausa para esperar a todos los del grupo.
Un ultimo paso hacia arriba y de frente podrías encontrar una pileta sin agua, donde ya había matorrales creciendo, nos indicaba el final de ese arduo recorrido. El camino ya no tenia piedras, pero comenzamos un trayecto de interminables curvas en subida, cada cima parecía el final del sendero, pero solo daba pie a una curva y luego otra más y así por un buen rato. Cuando el camino comenzó a sentirse más parejo, habíamos llegado a Tlalmanalco, un lugar apacible, donde nos detuvimos para comer algo ligero; dulces, gomitas, chocolates y un poco de agua.
Al seguir nuestro trayecto nos vimos de frente ante una gran pileta, a diferencia de la anterior, esta si tenia mucha agua y casi hasta el tope, pero lo formidable no era eso, sino el efecto que esta generaba en su reflejo. Comenzabas a observar el agua y mientras tu mirada se alejaba para apreciar su extensión, te encontrabas con el súbito reflejo del Iztaccíhuatl, vaya! que lugar tan maravilloso, era imposible no mantenerte inerte y permitir que tu vista grabase aquel hermoso paisaje. Click! click! las fotos no podían faltar.
Nuestro camino continuo adentrándonos entre los grandes árboles, desde ese punto solo podías guiarte por el sendero dejado por otras personas, un pequeñísimo camino de piedras nos obligo a utilizar ambas manos para subir a un mirador, y ahi estaba… la cabeza de «la mujer dormida» se podía apreciar de mucho más cerca.
Descendimos de nuevo por las piedras teniendo cuidado de no caer, antes de continuar nos reunimos todos… «a menos que ya sepan volar, prefiero que se avienten al agua que al otro lado» era la indicación de Paco, ante nosotros comenzábamos un camino, muy alejado de las rocas, pero de un lado tenias un canal de agua nada profundo, quizá si un poco frío, pero seguro, pero por el otro lado, había un desfiladero, que solo de verlo te imaginas dando tumbos por todos lados en caso de evitar mojarte. El trayecto no solo era bonito por el lugar y los paisajes, se convirtió más que en una aventura, un pequeño desafío contra las alturas.
Paco nos mostró un lugar donde solía acampar, debajo de unas rocas enormes, sin duda un excelente lugar para estar entre la naturaleza de noche. El recorrido termino cuando llegamos a un riachuelo, donde se incorporaba al canal de agua que previamente habíamos recorrido a través de un angosto camino. Nos detuvimos a comer y descansar, entre atunes y emparedados, la platica y el descanso se volvió armónico.
Continuamos por una vereda, esta vez con la ayuda de bastones, la subida ya no era tan complicada, pero no dejaba de desgastar a pesar de que ya habíamos recargado pilas. El destino eran «las cascadas» sin embargo durante la caminata perdimos un poco la ruta, en cierto momento el grupo se dividió en dos, algunos iban a más adelante y los de atrás no podíamos comunicarnos con ellos. Ya pasaba mucho más de medio día y debíamos regresar antes de que la noche nos acompañara.
El descenso fue muy tranquilo y como siempre, más rápido. Nos volvimos a detener en el riachuelo, algunos aprovecharon para tomar alimentos, otros para llenar sus botellas de agua y otros para meter sus pies en el agua fría para descansarlos un poco. Al poco tiempo volvimos a colocar las mochilas en la espalda pues debíamos continuar aun nos faltaba bastante camino por recorrer.
De regreso mientras caminábamos sobre la barda que dividía el canal de agua y el desfiladero, Pilar observo una víbora que no podia salir del canal de agua. Lo que para nosotros eran una pequeñas bardas que podíamos escalar, para la pequeña víbora era una gran muralla y poder salir de ella era prácticamente imposible, sin embargo Paco se dispuso a salvarle la vida utilizando su bastón y teniendo cuidado, pues desconocía como debía manipularse una animal en esas condiciones.
«Si no se murió de hipotermia, se murió del chingadazo», esas fueron las palabras que dije seguido de unas risas de los ahí presentes, al momento en que Paco retiraba la víbora del canal de agua y la colocaba en otro lugar un poco más seguro. «Lo siento hermana serpiente» estoy seguro que la disculpa de Paco era honesta, pues en realidad su intención fue salvar aquel ejemplar. Y no es que me ría a cada rato y de todo lo que pase (bueno la verdad si, a quien engaño!), solo que intentar salvar a la víbora y después dejándola caer al precipicio fue algo muy gracioso. He aquí el video tomado por mi primo.
El descenso hasta los carros fue tranquilo, los últimos pasos hasta el carro siempre son los más pesados de todo el recorrido, donde los dotes de expedicionista siempre tienen que salir a flote en la recta final del viaje. Entre piedras y arbustos regresamos al mismo punto donde iniciamos este pequeño viaje. Una vez dejando las mochilas en la cajuela y dentro del auto, el regreso a la Ciudad de México concluía con la platica de diversos momentos que cada uno experimento de aquel recorrido.
Este sábado concluyó gracias a dios con todos a salvo, bueno esperemos que la serpiente también este a salvo. Agradezco mucho la invitación del Maestro «Paco» Piñon, sin duda un hermoso y maravilloso lugar, que Alfredo, Omar, yo y seguramente otros que participaron en el viaje, lo disfrutamos y con gusto lo volveríamos a recorrer.